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Un niño diagnosticado con TEA, desde distintos espacios: su familia, la escuela y los abordajes terapéuticos. Cada una, desde su rol, aporta una mirada complementaria y valiosa sobre los desafíos, aprendizajes y avances que implica transitar este camino.

Participaron de la charla Carolina Berli, mamá de Lucio; Agustina Latorre, licenciada en Psicopedagogía; Virginia Gatti, docente de educación especial y docente de apoyo de Lucio; y Victoria García Álvarez, profesora de educación especial en discapacitados intelectuales.

“El primer paso es entender, y el segundo es acompañar” — Carolina Berli, mamá de Lucio

Carolina comparte que la llegada del diagnóstico fue un proceso lleno de preguntas, temores, pero también de alivio al encontrar un marco para comprender mejor las necesidades de su hijo.

“Cuando te dicen TEA, se te remueven muchas emociones. Pero rápidamente entendés que lo importante no es la etiqueta, sino saber cómo acompañarlo. Y ahí aparecen los profesionales, las herramientas, la escucha. Lucio es un niño feliz, curioso, con su propio ritmo, y cada día nos enseña algo nuevo”.

Para Carolina, la clave está en la paciencia, la contención y la búsqueda activa de apoyos adecuados: “No es un camino que se transita en soledad: la familia, la escuela y los especialistas formamos un equipo”.

El abordaje interdisciplinario como pilar — Agustina Latorre, psicopedagoga

La psicopedagoga Agustina Latorre destaca la importancia del trabajo coordinado entre los distintos actores que intervienen en el desarrollo de un niño con TEA.

“Cada niño es único. En el caso de Lucio, se trabaja mucho sobre la comunicación, la interacción, las rutinas y la autonomía. Lo fundamental es respetar su forma de procesar el mundo y adaptarnos nosotros, no al revés”.

Latorre subraya que la detección temprana, la intervención oportuna y el vínculo con la familia son pilares en el acompañamiento. “Cuando la familia confía, participa y se involucra, los avances se potencian”.

La escuela como espacio de inclusión posible — Virginia Gatti, docente de apoyo

Desde su rol en el ámbito escolar, Virginia Gatti observa día a día cómo Lucio se va apropiando de nuevas herramientas dentro del aula.

“La inclusión no es únicamente estar en la escuela. Es sentirse parte, tener un lugar, participar con los otros. Trabajamos mucho para adaptar propuestas y asegurar que Lucio pueda acceder a los aprendizajes de manera significativa”.

Gatti destaca que la presencia de un docente de apoyo no reemplaza al docente del aula, sino que se convierte en un puente: “Creamos estrategias, anticipamos actividades, sostenemos emocionalmente. Y lo hacemos siempre en equipo”.

Miradas que construyen autonomía — Victoria García Álvarez, profesora de educación especial

Victoria García Álvarez aporta su experiencia dentro del ámbito de la educación especial y la importancia de planificar objetivos que respeten el ritmo y la singularidad de cada estudiante.

“La meta es fomentar la mayor autonomía posible. Eso implica trabajar desde la comunicación hasta las habilidades sociales y la vida diaria. Con Lucio vemos pequeños grandes logros todo el tiempo, y eso habla de su esfuerzo y del trabajo articulado entre todos”.

Un mensaje para la comunidad

Las cuatro coinciden en la importancia de hablar del TEA sin prejuicios, sin mitos y con empatía.

“Cuanto más información y sensibilidad haya en la sociedad, más posibilidades reales de inclusión existirán”, afirman.

El caso de Lucio muestra cómo el compromiso familiar, escolar y profesional puede transformar desafíos en oportunidades, y cómo cada niño —con TEA o sin él— puede crecer en entornos que respeten sus tiempos, sus modos y su identidad.

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